
Texto escrito el 10 de Abril de 2017
Después de viajar a New York y a Miami, regresé a mi bella ciudad Bogotá (Colombia) con una nueva mentalidad, con mi cabeza llena de ideas y unas ganas impresionantes de empezar a “comerme el mundo”. Así que comencé a hacer mil planes, quería devolverme de una vez al aeropuerto y empezar a viajar por el mundo, dejar todo aquí y volver años después, cumplir todos esos sueños que ya estaban sembrados en mi mente, así que !lo hice! me devolví a comprar el primer tiquete que encontrara y fácilmente iniciaron mil aventuras de las que ya contaré…
¡No! Siendo realistas, en ese momento no podía dejar todo así no más e irme, tenía diferentes obligaciones y compromisos: acababa de gastar todos mis ahorros y mi sueldo en el viaje del que llegaba (nunca me arrepentiré, ni me arrepiento del dinero gastado en viajes, son experiencias que no solo llenan tu cabeza, también llenan tu alma), el periodo académico en mi universidad ya iba a iniciar y ya finalizaba mi permiso no remunerado en la oficina.
Pero en mí seguía la determinación y las ganas inmensas de seguir viajando y no parar, así que tomé una decisión (diría yo que la mejor de mi vida): ¡viajaría como mínimo una vez al año!, haría un viaje “grande” por lo menos una vez al año; afortunadamente desde que recuerdo siempre he viajado por Colombia, y en el año en los días festivos (puentes) o algunos fines de semana corrientes, salgo de la capital para visitar algún pueblo o alguna otra ciudad, así que con un viaje “grande” me refiero a viajar fuera del país o ir a algún lugar de Colombia que no haya conocido.
Para lograr mi meta tenía que organizarme, así que esto trajo consigo más decisiones, ahorraría para viajar en la medida que fuera posible: decidí ahorrar un porcentaje de mi sueldo todos los meses, si tenía ingresos extras, no los gastaría y también decidí que no devolvería nunca ninguna moneda, así las tuviera en el bolsillo y eso implicara cambiar un billete (comúnmente aquí en Colombia se ahorran únicamente las monedas de mayor denominación, que son las de $500 y de $1.000 COP), así que compre un marrano de barro (alcancía) para todas las monedas grandes y adecué (decoré y abrí la ranura para insertar las monedas) un tarro que encontré en mi casa para las monedas de baja denominación ($200 $100 y $50 COP).
Así inició mi plan, que aunque no sonara muy convincente (en el caso de las monedas), fue de mucha ayuda para los viajes que venían, y puedo afirmar, que en el momento en que decidí continuar con mis blogs y escribir este que estás leyendo (abril del 2017, ya lo sé deje pasar mucho tiempo, pero nunca es tarde), que todos los ahorros, sean del «tamaño» que sean, sirven mucho y aún más sirve tú actitud y tu determinación para lograr todo lo que te propones.
A modo de cierre puedo decir que desde el momento en que me propuse esa meta en el 2014 al día de hoy, he viajado a Perú y volví a otros lugares de Estados Unidos, sin contar los muchos viajes que he realizado por mi bella Colombia y aunque aún no han sido mil aventuras, si he vivido bastantes cosas para contar en mis próximos blogs.
— Lore.